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Celda del escriba
El Concilio de Elrond
Glorfindel llegó a Rivendel con el cuerpo inerte de Frodo sobre su caballo. “El montaraz Trancos me ha dicho que le ha herido un arma de Morgul. Y parece que este mediano también es importante para Mithrandir”. Fueron
sus únicas palabras que dijo a Elrond al llegar donde él estaba.
El Rey elfo utilizó todas las artes que conocía para intentar salvar al pequeño hobbit y este luchó con todas sus fuerzas contra el veneno de Mordor durante más de seis semanas. En todo ese tiempo Sam no se separó
de su lado para asegurarse de que no le faltase el poco alimento que era capaz de tragar cuando abría los ojos a causa del mismo dolor de la herida e implorando que acabasen con él. Sin embargo, el esfuerzo de Gamyi era inútil y
en el amanecer de esa sexta semana el último aliento de Frodo salió de sus pulmones. Tantas fueron las lágrimas de su amigo como incontables fueron las canciones que los elfos compusieron ante tal dolor. Y eran tan tan tristes que
muchos de los elfos que las escuchaban no podían evitar que su alma rota abandonase su cuerpo y se marchase hasta las estancias de Mandos.
El duelo por la muerte de Frodo Bolson apenas duró tres semanas, ya que el tiempo apremiaba y portaba una carga aún mas pesada que su propia muerte. Pues, a pesar de que muy pocos lo sabían, llevaba consigo una pequeña baratija, un simple anillo que un oscuro ser cuya morada se encontraba muy lejos hacia el Este buscaba con gran ahínco. Elrond conocía muy bien este objeto que ya tuvo ante si unos tres mil años antes y de cuyo destino pendía el de toda la Tierra Media. Hay algo que saben muy bien todos los que sen han enfrentado al Enemigo y es que, si no acabas pronto con su sombra, las lágrimas generadas por su destrucción son como un riachuelo. Escasas en su nacimiento, pero pueden desembocar en un mar capaz de ahogar una nación entera. La reacción debía ser inmediata y convocó una reunión secreta para decidir qué hacer y que comenzaría con el primer rayo de sol del día para decidir qué hacer, pues incluso la sombra de un junco puede ser un espía de la gran Sombra cuando el Arma de su Señor se encuentra presente.
Llegado el momento el Concilio comenzó y allí estaban representados miembros de todas las razas puesto que el problema que se iba a tratar no solo atañía a los elfos. El señor de Rivendel comenzó la reunión relatando ante todos lo ocurrido en la Batalla de la Última alianza y la negativa de Isildur de destruir el Arma del Enemigo en el Monte del Destino. Todos los presentes escuchaban atentamente al elfo sin saber exactamente donde quería llegar con esa historia de tiempos tan lejanos, hasta que, al terminar, añadió “Ese Anillo llegó a nuestro bosque hace exactamente nueve semanas a manos de un pequeño hobbit de La Comarca”.
Todos los presentes hicieron una respiración contenida a causa de la sorpresa. Mientras, Elrond llamó a alguien para que presentase el objeto en cuestión ante todos. “Por favor, que sean sus amigos los que nos lo traigan”.
De pronto dos medianos aparecieron de pronto discutiendo entre sí.
– Pippin, déjame que lo lleve yo. – Decía uno mientras tiraba de la cadena que atravesaba el anillo.
– ¡No, Merry! ¡Elrond me lo ha dado a mí! – Respondió el otro.
– Pero porque yo no estaba. – Contestó el primero forcejeando.
– Tu nunca estás cuando debes de estar. Por eso nadie confía en ti. – En este momento pegó un tirón demasiado fuerte que acabó por romper la cadena
Lo que no sabían es que ese Anillo tenía voluntad propia, y que, por su deseo expreso, se colaría en la mano de Merry haciéndole desaparecer ante los ojos atónitos de todos los presentes. Gandalf gritó de inmediato como si hubiera tenido un resorte en la garganta “¡Merry, maldito estúpido! ¡Quítate eso del dedo!¡Rapido!”
Por desgracia era demasiado tarde para esa advertencia pues los Nueve aún se encontraban cerca y notaron la presencia de su presa. En pocos minutos los Jinetes Negros aparecieron en el mismísimo santuario élfico llevando la muerte a todos los que aparecían ante ellos. De los participantes del Concilio, Legolas, el príncipe del Bosque Negro, y Gimli, hijo de Glóin, fueron los primeros en morir. Pues, aunque eran fieros guerreros, su honor les obligó a luchar en desventaja contra unos seres sobrenaturales a los cuales las armas convencionales poco o nada les hacían.
Por otro lado estaba Boromir, hijo del Senescal de Gondor, el cual luchaba codo con codo con Trancos. Cuan diferentes habrían sido las cosas si hubiera sabido que ese montaraz era en realidad su Rey, pero no era un buen momento para hacer presentaciones pues tres Nazgul cargaron con gran ferocidad y le golpearon fuertemente en el pecho con un mangual haciéndole caer junto a unos asustados hobbits que trataban de encontrar un lugar donde esconderse de aquella masacre. El guerrero de Gondor miró el anillo por ultima vez antes de que una espada atravesase su pecho. “Ojalá… este objeto… hubiera llegado… a Gondor… Habríamos… ganado… la…” En cuanto espectro del anillo retiró la hoja la sangre inundó su garganta y le impidió acabar de decir lo que hubiera tenido intención de hacer.
En otro punto del claro el Rey Brujo ya se encontraba ante el Anillo de su Amo y se disponía a cogerlo cuando Gandalf le golpeó fuertemente con su vara. “No te lo llevarás, Siervo del Mal. Dile a tu Señor que su reino del terror está próximo a su fin”. Sin embargo, el líder de los Nazgul no estaba dispuesto a dejarse vencer tan fácilmente. Se levantó de una forma sobrenatural y lanzó un golpe de espada con su mano derecha que fue parado fácilmente por el peregrino Gris. Acto seguido lanzó la mano izquierda desgarrando la túnica de su rival, pero Gandalf estaba preparado y con un contragolpe certero contra su pecho generó un fuerte destello que pulverizó la forma corpórea de antiguo rey.
El preciado objeto seguía rodando e ignorando la contienda mientras continuaba su búsqueda de alguien que le llevase de vuelta a la mano de su autentico dueño. Al fin una mano se acercó a el y lo elevó del suelo. A apenas unos centímetros de ella unos ojos cubiertos por la sombra de un sombrero con una enorme pluma de ganso lo observaron con indiferencia. Un grito sobrenatural sonó a su espalda cuando cuatro Nazgul avanzaron rápidamente hacia él con sus espadas en ristre. Tom les echó una rápida mirada y con el conocimiento que te dan siglos y siglos de vida supo como actuar para acabar aquello rápidamente: Cogió el anillo y se lo lanzó a un hobbit de pelo castaño y rizado que había junto a él.
Sam se recibió el anillo y se preparó para irse corriendo de allí para evitar que el Enemigo se apoderase de él. Pero, a los pocos segundos de tenerlo en sus manos llegó a su mente la imagen de Frodo siendo atravesado por el arma de Morgul. Una sensación de ira y de dolor se apoderó de él. Miró el objeto que irradiaba poder a borbotones y sin pensárselo mucho se lo colocó en un dedo. En sus ojos todo se tornó oscuridad y una voz le habló en una extraña y horrorosa lengua que entendía a pesar de ser la primera vez que la escuchaba.
Todos los que quedaban en pie se volvieron hacia él al sentir un extraño poder que emanaba del mediano que ahora se encaraba desafiante ante los Nazgul. Y, mientras ellos solo veían a un pequeño hobbit que miraba en forma desafiante a los espectros de Sauron, en el plano de lo inmaterial la escena era muy diferente: Un enorme guerrero de más de dos metros se enfrentaba a los Ocho restantes en una autentica lucha de voluntades para la cual ninguno de ellos estaba preparado, así que potaron por la única opción que les pareció viable; Huyeron.
Sorprendidos vieron como los Nazgul renunciaban al Anillo de su Señor cuando ya lo tenían ganado por completo y se retiraban tan rápido que ni tan siquiera Gwahir habría sido capaz verles. Acto seguido dirigieron su mirada hacia a Gamyi al cual Gandalf preguntó “¿Qué ha ocurrido?” Sam, indiferente, avanzó hacia uno de los bordes de la zona donde se había producido la lucha, miró hacia el lugar donde estaba la tumba de su amigo y respondió “Han ido a avisarle a su Señor que su Arma va a ser destruida y que vamos hacia Mordor”.
Por Sauron Ambarnurrulë -FJSQuentaro-
Libro segundo ; Capítulo 3:
“ El anillo va hacia el sur: distopía 2.1.”
Habían pasado 6 días desde que La Compañía partió desde Rivendel y ya se hallaban en las Montañas Nubladas cuando un sonoro: ¡NOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO! retumbó desde Eriador hasta Rhovanion, expandiéndose por toda la Tierra Media. Fue tal el estruendo, que despertó al Balrog de Moria e hizo que Ella-Laraña del susto, cayera de culo.
Gandalf se apeó de su meara. Légolas se puso en guardia cargando su arco. Aragorn se tiró al suelo para localizar la procedencia. Gimli levantó su hacha y Sam abrazó a Frodo. A todo esto, Merri y Pipin ya estaban escondidos tras una roca con los ojos cerrados y Boromir desvió su mirada que había estado sobre Frodo todo el camino.
Frodo tragó saliva y con la mano en el pecho, tartamudeó:
-…Meee, mee, me temo queee…
A lo que Gandalf le preguntó:
-¿Qué sucede mi pequeño amigo?.
-Meee temo queee, el a, a, annillo…
-¿Qué ocurre?. ¿Te pesa?. Cuéntanos, ¿qué te ocurre joven Frodo?.
-Me temo quequeque el anillo, sigue en Rivendel.
Un suspiro general denotó que se les cortó la respiración a todos, y seria Aragorn quién rompería el silencio sollozando mientras pataleaba y rodaba por el suelo:
-¡Por la memoria de mi tatatatatarabuelo Isildur, áquel que cortó el dedo de Sauron! ¿Quién mandaba confiar una tarea tan importante a un hobbit? Exclamó mientras lloraba rodando por el suelo.
…
… Por Alda Engemorië
Libro segundo ; Capítulo 3:
“El anillo va hacia el sur: distopía 2.2, …o no.”
Frodo, al ver a Aragorn pataleando cuál bebé hobbit sin chupete; se derrumbó y cayó al suelo arrodillado, con tan mala suerte que una piedra angulosa se hincó en su rodilla izquierda y este rompió a graznar y llorar de dolor. Y otra vez, tenemos al resto de Compañía, que aún no habían asimilado el disgusto del anillo olvidado, estupefactos, perplejos y atolondrados quedarse sin respiración (empezaban a ponerse morados, a punto de tener una apoplejía por falta de oxígeno en el cerebro)
Ahí estaban, observando a Aragorn y Frodo revolcarse en la nieve llorando, sin saber qué hacer. Hasta Sombra Gris había cambiado la cara.
Gandalf, tras la aclaración de Frodo y su despiste, había pasado de tener su semblante afable y cordial, a un rictus de absoluta incredulidad, en plan de; ¿qué me estás contando pequeño bicho?. Hasta una expresión de orco furioso con ganas de degollarle a bocados. (No deseo a mi peor enemigo que Gandalf le mire así) observó al grupo y levantó su báculo…miró fijamente al dúo de croquetas lloronas y clavando el bastón en el suelo, les ordenó:
¡CALLAD, INSENSATOS! (más adelante sabremos que este calificativo define perfectamente a la Compañía, …pobre Gandalf).
La clavada de báculo en la tierra fue tan contundente, que se abrió una brecha en el suelo que impedía la Compañía seguir su camino. Ahora, no sólo tenían que volver a Rivendel a por la joyita de amarras, sino que encima, al retomar su travesía deberían rodear las Montañas Nubladas( pues la brecha había partido la cordillera en dos) y eso suponía que su fecha de llegada al Orodruin podía retrasarse hasta 6 lunas más, lo cuál se tornaba impensable, ya que entre Nâzguls acosicas, trolls hambrientos, orcos rabiosos, Gollum persiguiéndoles y que no sabían cuán desafortunados podían llegar a ser, no podían permitirse más imprevistos que les retrasaran.
Por Alda Engemorië